A los 73 años realiza travesía de 16.000 millas en nueve meses.

Después de 9 meses de viaje, Stuart Rogerson, de 73 años, arribó a su ciudad natal, Ibiza.

Stuart Rogerson
El viaje de 16 000 millas a bordo de un viejo velero recorrió varios países y marcó la vida del marinero. La embarcación de 9 metros (30 pies) recibió su nombre de Nandi. Stuart cruzó el Pacífico y fue el último en un velero privado en cruzar el Canal de Panamá, antes de que fuera cerrado debido a la pandemia.

Stuart inició su contacto con el mar cuando abrió una escuela de windsurf en Cala d’Hort (Ibiza) durante la década de 1970. Diez años después, decidió embarcarse en la travesía que despertaría su pasión por el mar, nutriéndola hasta la actualidad.
Al principio, su esposa y sus tres hijos estaban tripulados, todos menores de 6 años en ese momento. Con ellos recorrió casi todo el Caribe y Canarias, y pasó por Brasil, durante dos años y medio.

Su trayectoria náutica no se detuvo ahí,  Stuart encontró un bote medio abandonado y decidió renovarlo junto con su hijo, trabajando en él durante varios años. Así llegó el VSD, un trimarán de más de 50 pies, visto durante muchos veranos navegando entre San Antonio, Cala d’Hort y la costa sur de Ibiza.

En ese momento Stuart se convirtió en miembro fundador de la asociación de amantes de los multicascos, o Golden Oldies Multihulls, que reúne los mejores ejemplos de embarcaciones de regata en su categoría y organiza regatas en el Atlántico y el Mediterráneo.

Con la pérdida de VSD tras una tormenta en el invierno de 2018, el marinero decidió partir en busca de un velero más pequeño para iniciar su próximo proyecto. Y en ese momento cuando apareció Nandi.

El pequeño trimarán de 30 pies se encontraba en mal estado en la bahía de San Francisco, y después de muchas llamadas y búsquedas de su propietario, Stuart hizo la compra, o rescate, de la embarcación. El modelo es un Val 31 de 1980, del diseñador estadounidense Dick Newick.

Nandi partió hacia Ibiza tras el proceso de restauración, en noviembre de 2019.

El marinero zarpó de San Francisco con su hijo Zack de 40 años y, en enero, cambió de compañía, y quien siguió el viaje fue Tristan, hijo del ex propietario de la embarcación, de 20 años.

Después de 20 días de navegación, la pareja llegó a Acapulco, México. Allí, Stuart cambió de tripulación una vez más y se dirigió a Panamá.
El mal tiempo dificultó el viaje, lo que les obligó a refugiarse en Cambutal durante tres semanas. Con Covid-19 ya en alcance global, los cruces en el Canal se volvieron mucho más restringidos, y Nandi fue el último velero privado en cruzar el Canal de Panamá antes de que fuera cerrado. Con el bloqueo fronterizo, no había posibilidad de detenerse en la Marina para recargar suministros, y Stuart y Tristan se vieron obligados a buscar refugio.

La suerte decidió presentarse en las Islas Caimán, donde unos amigos les proporcionaron agua, gas y comida a la pareja. Después de pasar por Key West y los Cayos de Florida, Tristan abandonó a su compañero por motivos privados. La siguiente parada de Stuart fue en el Stock Island Yatch Club, donde pasó más de dos meses solo a bordo del Nandi. Los mosquitos y el calor agobiante de los trópicos eran casi insoportables, pero las amistades creadas, según él, durarán para siempre.

Stuart Rogerson

Finalmente, el 6 de mayo, con un nuevo miembro de la tripulación, Stuart pudo partir hacia Europa. De camino a las Azores, en una de sus escalas, el marinero tuvo que afrontar otra adversidad: a unas 400 millas del archipiélago, se rompió el timón.

Sin soluciones para maniobrar el barco, consiguió el apoyo de un velero holandés que tenía el mismo destino, a las pocas horas. Tras atracar en Horta, en la isla de Faial, consiguió sacar el barco del agua para hacer las reparaciones necesarias, que duraron tres semanas.

En los momentos finales del viaje y acompañado de Roberto, un gran amigo de Ibiza, Stuart completó su última etapa.
En un principio, podían contar con un clima suave, pero cuando llegaron al sur de Portugal, el clima no facilitó la navegación y terminó por dañar nuevamente el timón. Esta vez no hubo parada, y las reparaciones se hicieron solo con una lata de tomates para mantener el timón en posición. Al cruzar el Estrecho de Gibraltar y llegar a Almería en un tiempo récord, la pareja consiguió partir hacia Ibiza.

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