Santiago Lange: “Ser deportista te hace resiliente”. Nota LA NACION

 

Santiago Lange: “Ser deportista te hace resiliente”

Por: Pablo Perantuono LA NACION 
3 de abril de 2020  

Batallador en la vida y sobre el agua, a los 58 años, el regatista campeón olímpico en 2016 acaba de publicar un libro con su experiencia de vida. Aquí cuenta qué lo motiva a seguir con la ambición intacta

“No hay nada más seductor y esclavizante que la vida humana en el mar”, escribió Joseph Conrad, uno de los más grandes novelistas del siglo XX. Autor de El corazón de las tinieblas (que sirvió de inspiración para el film Apocalipsis Now ), el polaco solía molestarse cuando le decían que era quien mejor escribía acerca de la navegación: “Mi tema no son los barcos, sino toda la humanidad”. Para él, como para tantos otros artistas del agua, tanto aquellos que se obsesionaron con doblegarla como aquellos que dedicaron su vida a describirla, la comedia humana, su gloria y su zozobra, sucedía entre la proa y la popa de una embarcación.

Arquitecto naval y regatista, deportista de elite y campeón olímpico, es probable que Santiago Lange (San Isidro, 1961) adhiera a ese concepto. Su vida, una larga y trepidante peripecia vital, está plagada de sorpresas y de enigmas, de cambios de rumbo y de bruscos virajes, tantos como los que afronta un catamarán en una regata crispada. Lange, además, parece tener un atributo que hasta ahora solo era propiedad de la naturaleza: es eterno. No, claro que no es eterno, pero a sus 58 años, se encamina a ser uno de los deportistas más veteranos de la historia en competir en unos Juegos Olímpicos (cuando tengan lugar los de Tokio, reprogramados para el año próximo por la pandemia del coronavirus). Una verdadera proeza, tratándose, sobre todo, de que su categoría, la clase Nacra 17, fue ideada para rejuvenecer la edad competitiva del yachting. Junto con su compañera Cecilia Carranza (su socia en la gesta de Río), se encamina hacia esa gran competencia con la convicción de revalidar -como si fuera necesario- su ya asegurado lugar en el Olimpo de la náutica universal.

En simultáneo a todo esto, en estos días se lanza al mercado Viento, la travesía de mi vida (Penguin Random House), la autobiografía que el deportista escribió junto con el periodista Nicolás Cassese (con el asesoramiento del también periodista Héctor Guyot) y que, a la manera de una larga y vertiginosa bitácora de viaje, recorre con detalle su extraordinaria y abigarrada carrera.

En plena expansión del coronavirus, Lange puso en pausa su preparación en Palma de Mallorca y regresó a la Argentina antes de que se interrumpieran la llegada de vuelos desde España. Antes, charló con LA NACION revista sobre esta inusual preparación, en especial sobre las diferencias entre lo que fue la sintonía fina para Río hace cuatro años y la que estuvo llevando a cabo ahora.

-¿Cómo fue la preparación en Palma de Mallorca?

-Nosotros tenemos una alianza de trabajo con el equipo olímpico austríaco y con el equipo olímpico inglés. Entrenamos todos los días con ellos. Entrenamos mucho antes de los torneos. Probamos material. Como en cada una de las competencias, nunca vamos a un hotel, sino que alquilamos casa. Ceci y yo nos alojamos en una casa con Juan de la Fuente, que es nuestro entrenador, y con nuestro preparador físico, Andy Rehbein, que vino a este viaje. Un día normal es levantarse entre las 7.30 y las 8, y hacer una hora y media de gimnasio. De ahí nos vamos a trabajar al barco un rato. Después comemos algo que nos llevamos desde casa en un tupper, que por lo general es pasta o arroz, o algo de carbohidratos. Una vez que terminamos, estamos en el agua alrededor de cuatro horas. Cuando volvemos, metemos otra horita de gimnasio, aunque eso siempre depende de cómo haya estado el agua. A veces, cuando hay mucho viento, se le puede dedicar un rato al físico, pero a veces, cuando no hay viento, llegás muerto. Más tarde, siempre tenemos una reunión con Juan, nuestro entrenador, que dura 45 minutos, una hora, donde vemos los videos y analizamos todo lo que vimos o hicimos en el agua. Y así todos los días. Hay días que tenemos que trabajar en el barco, viendo si tenemos que cambiar el mástil por ejemplo, o probando cosas nuevas.

La preparación para Brasil tuvo la particularidad de que se mudaron a Río varios meses antes de la competencia, para así conocer al detalle las condiciones de la regata. ¿Cuál era el plan para Japón?

-El año pasado estuvimos dos meses y medio en Japón, así que al final, cuando hagamos la cuenta, vamos a haber estado un montón de tiempo, casi el mismo que con Río. Para los Juegos de Atenas habíamos estado siete meses en la ciudad. Para Beijing, también siete. Ahora, para Japón, estuvimos un mes y medio en el 2018, dos meses y medio en el 2019… Nosotros, en cuanto termina cada Juego, hacemos un estudio meteorológico exhaustivo del nuevo lugar, y en base a eso hacemos la planificación deportiva. Las estaciones en Japón son muy marcadas, y en invierno hace muchísimo frío.

-Te saco un poco de los Juegos y te pregunto por el libro. ¿Estás conforme con el resultado? ¿Cómo fue trabajar con dos personas (Nicolás Cassese y Héctor Guyot) que, seguramente, te demandaron ya no un esfuerzo físico sino uno más de tipo emocional?

-Funcionamos en equipo. Nicolás y Héctor fueron muy generosos. Los tres lo fuimos. Si yo decía “esto no me gusta”, y venían Héctor y Nico y decían que sí, entonces lo poníamos. Y así con todo. Si hubiésemos sido dos, nos matábamos. Yo estaba entregado a ellos. Fue una gran, gran experiencia.

* * *

Potente, trepidante, por momentos vehemente, por otros descarnado. No es la enumeración de las capacidades deportivas de Santiago Lange, es, si se quiere, una posible aproximación a las cualidades de Viento, la travesía de mi vida , su biografía. Desde Open (Andre Agassi), la autobiografía honesta” del héroe deportivo contemporáneo, es decir, aquella que repasa sus triunfos y sus caídas, sus talentos y sus demonios, se convirtió en una suerte de subgénero estelar dentro de la literatura global. El mundo editorial y las figuras entendieron que solo con la exaltación de sus virtudes o la enumeración de sus hitos deportivos y personales no era suficiente para capturar la atención del público. En la era de las redes sociales, comprendieron que cualquier vida, por más brillante y glamorosa que parezca, le debe a sus fracasos o a sus agonías tanto o más que al relato mitificado de sus cumbres, que toda aventura deportiva es, sobre todo, la historia de una resistencia, y que su enumeración no debería solo albergar la descripción angelada de un héroe ideal sino de uno vulnerable y real, o sea humano.

La pasión de Santiago viene desde chico, cuando navegaba con su papá, que le inculcó que igual debía seguir una carrera universitaria
La pasión de Santiago viene desde chico, cuando navegaba con su papá, que le inculcó que igual debía seguir una carrera universitaria

Así es -o así transcurrió- la vida de Lange. Muchas son las imágenes y los conceptos que recorren las 300 páginas del libro, pero hay un aspecto que se repite con la insistencia inconmovible de las olas: desde lo banal a lo esencial, hay una épica de la tenacidad que atraviesa la larga marcha de Santiago Lange. Tenacidad -u obsesión- para seguir su pulsión náutica, para no dejarse vencer por los mandatos sociales de San Isidro, para persuadir, con sagacidad criolla, a un guarda en Inglaterra para que le permita cargar en un tren sus largas velas, para que lo dejen participar en una regata para la que estaba flojo de papeles, para derrotar a la gran bestia negra, el cáncer, y para ganar el Oro olímpico a los 54 años.

Acaso como ninguna otra, la experiencia de la navegación a vela sea un ejercicio donde se extreman, por su nivel de exigencia, todos los sentidos de quien la ejerce. La propia naturaleza del espacio en el que se compite presenta un desafío superior a cualquier otra actividad: aquí el terreno se mueve, crepita, traiciona, incluso mata. Hay, en consecuencia, una enorme constelación de factores a vigilar, y esos factores, además, mutan, algo que puede resultar inquietante -o desquiciante- para un competidor obsesivo. “Bien encauzada -dice Lange en su libro-, mi obsesión es una gran herramienta para encarar entrenamientos. Aquí entró a jugar una de las muchas virtudes de Ceci como deportista: con sabiduría y grandeza, aprendió a convivir con mi nivel de exigencia. Me aceptó y me bancó, incluso en situaciones donde la hice sentir mal”. Y más adelante: “Estoy siempre buscando el límite, viendo hasta dónde podemos rendir. Necesito el desafío. Si no veo ese deseo de darlo todo y más, me inquieto. Cuando estoy en modo entrenamiento, puedo volverme demasiado intenso para quien tiene otra forma de encarar el deporte y la vida”.

Tanto la obsesión como el amor por la navegación, Lange los heredó de su padre. “La libertad que sentía en el río contrastaba con la disciplina que mi padre, Enrique Jorge Lange, ejercía en casa. El orden era su obsesión. (.) En verdad, lo que a mi padre le gustaba era navegar. Tuvo por lo menos tres veleros a lo largo de su vida y corrió regatas oceánicas. Participó como suplente en los Juegos Olímpicos de Helsinki, en 1952, en una de las categorías de vela. Era descendiente de alemanes y se había recibido de marino en la Escuela Naval”.

* * *

-¿Qué cambió con respecto a los rivales dentro de la categoría? ¿Siguen siendo los mismos a los que se enfrentaron en Río?

-Hay muchos parecidos, sí, pero también hay varios que cambiaron, que sigue uno de los dos, o sea que cambió la dupla. Por caso, los australianos que salieron plata son los mismos, y tuvieron un muy buen ciclo. Los ingleses no son los mismos. De los italianos, el que sigue es el timonel, que es un chico joven, que salió cuarto. Ahora compite con otra compañera. El austríaco que salió 11° sigue con una compañera distinta. Los españoles, que eran favoritos, son otros. Los franceses y los daneses son otros también. Hoy te diría que no somos candidatos. Al menos hoy. Sí, es cierto, que todos nos respetan, más al momento que lleguen los Juegos. Cuando hay presión, todos saben que tenemos posibilidades. Sí, estamos entre los siete más importantes, pero de ninguna manera somos favoritos.

Regatista desde que tiene memoria, a los 15 años se consagró campeón nacional
Regatista desde que tiene memoria, a los 15 años se consagró campeón nacional

-Bueno tampoco lo eran para Río.

-No, ni tampoco en China. Sí, en Atenas, que éramos los número 1 del mundo y claramente éramos los favoritos. Pero no ser el favorito no me preocupa para nada.

-Es una disciplina que también depende mucho de lo que suceda en el día, ¿o no?

-En realidad, creo tanto en la preparación que estoy convencido de que todo pasa antes. Nosotros tratamos de prepararnos de tal manera que no tengamos la necesidad de estar inspirados para obtener algo, sino que el resultado venga de un trabajo serio, bien hecho e inteligente. Nuestro deporte es una carrera, y ser rápidos es lo más importante. Siendo rápidos podés perder una medalla, pero siendo lento no la ganas seguro.

-Ahora bien, en Río ustedes tomaron una decisión bastante arriesgada en cuanto a la elección de la vela que utilizaron (la vela 1). Esas son decisiones que también se toman unos instante antes.

-Sí, sí. Son decisiones que tomás. Yo creo que si nosotros no hubiésemos hecho esa elección de vela, no habríamos ganado la medalla de oro, tal vez otra medalla sí, pero no la de oro. Por eso para mí es tan importante la preparación.

-En 2017 hubo un cambio muy importante en la categoría en la que compiten (Nacra 17), que fue la incorporación de los folies [N. de la R.: una suerte de lámina que, a modo de apéndice, se instala debajo del catamarán y que lo hace más veloz]. ¿Cómo fue la adaptación?

-Nosotros tenemos 11 disciplinas. A algunas las tratan de mantener iguales, pero a la nuestra, como es más rápida y más técnica, la van modificando. En los últimos 10 años hubo un gran desarrollo y los barcos empezaron a volar sobre el agua. Literalmente vuelan. El barco termina navegando sobre cuatro patitas, muy finitas, de 20 cm por 10, y eso hace que el barco se vuelva extremadamente sensible. Empezamos muy bien el ciclo. Salimos 3ros en la primera competencia en la que se utilizaron. Toda la flota mejoró mucho. En 2019 nos estancamos un poquito. Pero eso no quita que estemos bien.

-En este tiempo, también te sometiste a un par de operaciones.

-Sí, una hernia. Y la otra de. ¿cómo se llama esa en la que te salen muchos huevos.? Varicocele. Sí, varicocele. Por el arnés, viste. Tantos años de usarlo, me agarró [se ríe].

-A a los 58 años competís en una categoría que originalmente fue ideada para bajar la edad de los regatistas. Qué paradoja.

-Sí, fue pensada para eso, y de hecho lo hizo. De repente la gente me ve a mí y piensa que nuestro deporte es para viejos, pero no es así. El siguiente más viejo de la categoría tiene 33 o 34 años. No hay tipos más grandes, y menos entre los top 5 o top 10. Yo me siento muy, muy bien. Me estoy entrenando bien, me siento bien de energía.

-¿Cuánto tiempo llevan con Cecilia como dupla?

Desde 2014. Seis años.

-¿Cómo funciona la comunicación con una pareja de trabajo, porque si bien está bueno tener a alguien en quién apoyarte en los momentos límites, también es cierto que cada uno es una individualidad y aún cuando se entiendan a la perfección, no siempre se responde con la exactitud que el otro pretende?

-Y, la verdad es que, como todo, hay etapas en la vida de los equipos. El año pasado, por ejemplo, quizás nos planteamos objetivos muy exigentes. Fue un año en el que quisimos cambiar algunos detalles que tenemos como dupla, pero no lo logramos. Si bien tuvimos algunos buenas resultados (medallistas en el World Cup Series, y pudimos haber sido medallistas en el preolímpico, donde fuimos cuartos), para lo que eran los objetivos deportivos que teníamos, tuvimos un año muy difícil como dupla. Los dos sabemos muy bien lo que queremos y tenemos bien claro por qué estamos haciendo esto y cómo lo tenemos que hacer, por eso esas cosas quedan en momentos que uno tienen que pasar y que son parte de la preparación.

-Por algo las duplas cambian, ¿no? Por otro lado, las responsabilidades son distintas. El timonel, de algún modo, es el cerebro de la embarcación.

-Depende mucho de cómo se estructura la dupla. Vos tenés equipos que son más verticales, otros que son más horizontales, eso varía. En nuestro caso, yo soy el táctico, el que decide por dónde ir, y tengo un rol importante con lo que tiene que ver con la planificación deportiva. Ceci tiene su rol y es muy importante en lo que hace. Nosotros somos los que vamos en el barco, pero somos un gran equipo; y los que están afuera, que también son grandes profesionales. Sin ellos sería imposible soñar con una medalla.

-En el libro contás que Daniel Espina, profesor de yoga y psicólogo deportivo, fue una pieza fundamental para amalgamar al equipo. ¿Cómo es el trabajo con él?

-Es un entrenador importantísimo para el equipo. Ya hizo cinco juegos con nosotros, desde el 93 que trabajo con él. Fue alguien fundamental en Río para incorporar a Ceci a lo que venímos haciendo. Una metodología de trabajo que no la inventé yo. Como en cualquier equipo, incorporar a alguien es un proceso. Es muy importante.

-También lo fue para ayudarte a lidiar con el cáncer de pulmón. Otro de los momentos más difíciles de tu carrera.

-Y, sí, me sacaron el 80 por ciento del pulmón izquierdo. Obviamente, cualquier vivencia, cualquiera que sea, te cambia. Al final somos la suma de un montón de aprendizajes. La verdad es que deportivamente no me cambió: yo ya era resiliente. Ser deportista te hace resiliente. El deporte te enseña a nunca aflojar. Es un valor intrínseco en la alta competencia. Te enseña a caerte y levantarte. Por otro lado, en nuestro deporte interviene la naturaleza. Y la naturaleza te enseña: estamos acostumbrados a que venga alguien y haga cosas que no queremos. Estamos acostumbrados a lidiar con factores externos. Lo digo en serio, yo tengo un lindo recuerdo de todo lo que me tocó vivir. No lo tengo como una experiencia negra, sino como una etapa muy rica de mi vida.

-Claro, pero también sucede que a veces hay gente que cae en un abismo emocional, que se culpa o culpa a alguien, que se enoja.

-Yo no lo viví así, lo viví diferente. Obviamente que me dejó un aprendizaje tremendo. La frase que alguna vez dije acerca de que no sé si hubiésemos ganado el oro sin el cáncer, es cierta. Obviamente es relativa la frase, pero el hecho de que haya atravesado esa vivencia nos hizo trabajar de sol a sol, con un ímpetu, una determinación y unas ganas tremendas, y una unidad tremendas. En Río nos encontramos contra la espada y la pared y eso generó una reacción en el equipo tremenda. Pensando en Tokio, la pregunta es, bueno, ¿cómo hacés para generar una reacción parecida? ¿Cómo hacés para ser creativo, tener determinación, etcétera, etcétera?

-En estos años además te convertiste en una especie de referente social. Diste charlas en empresas y grupos de trabajo. ¿Hay algún tipo de patrón en especial en las consultas de la gente?

-En las charlas trato de contar historias, no trato de hacer de maestro Siruela. Cada empresa le gusta o tiene interés en distintos aspectos, ya sea la resiliencia, la planificación, etc. Planificar con elementos que cambian, como ocurre en la náutica, con escenarios tan cambiantes. También me consultan sobre formación de equipos. La gente tiene mucho interés en cómo tomamos decisiones, cómo formamos equipos. También respecto de la búsqueda de la excelencia. Cómo nos motivamos, cómo obtuvimos lo logros. Es muy interesante lo que sucede cuando yo cuento alguna historia, y te das cuenta de que las conclusiones de la gente son otras, o sea, cada uno que escucha saca una conclusión distinta.

-El hecho de que seas arquitecto naval es un plus que supongo que no todos los equipos tienen.

Primero agradezco a mi viejo, que me obligó a hacer la universidad. Yo ya estaba tildado con los barcos y las competencias, y como en ese momento era impensado vivir de la náutica, fue una imposición de mi viejo que al día de hoy agradezco. Por supuesto que es algo que nos ayuda. Entiendo lo que es la arquitectura naval, y a lo largo de mi carrera he sido parte del equipo de diseño y, por supuesto, del equipo de regatas. Hoy no estoy detrás de una computadora, y estoy más en lo conceptual, pero sigo diseñando, y voy a terminar las Olimpíadas y voy a diseñar algún barco, pero más como un hobby.

* * *

Primavera europea de 1983, Lange tiene 21 años, vive en Inglaterra y acaba de terminar la carrera de Arquitectura. El futuro se presenta vasto y enigmático como un océano. ¿Qué hacer? ¿Volver a la Argentina y competir a nivel local, donde ya tiene un nombre? ¿Buscar un trabajo en Francia y, de algún modo, hacerse un lugar en el circuito continental? ¿Formar parte, incluso, de algún team europeo, que por su doble nacionalidad podría ofrecerle ser parte del equipo? Le escribe a su madre, Ana María, pidiéndole consejo. Su respuesta no solo describe un clima de época, sino que además de ser un alegato libertario, dibuja una paradoja vital.

“Te vamos a apoyar en todo lo que podamos, pero sos vos el que tiene que resolver tu destino. Tu padre y yo tenemos 58 y 53 años, y estamos terminando de vivir. Nuestra vida ya acabó, pero la tuya comienza.”

A los 58 años, Santiago Lange sigue vigente. ¿Alguien puede asegurar que la de Tokio será su última batalla?

 

 

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