La expedición Kon-Tiki , que unió Sudamérica y la Polinesia en 1947

La expedición Kon-Tiki , unió Sudamérica y la Polinesia en 1947

El explorador Thor Heyerdahl cruzó el Pacífico en 1947 , a bordo de una balsa de troncos para probar una teoría.

Embarcados en una de las aventuras más famosas y épicas del siglo XX viajaron seis hombres, en  la Expedición Kon-Tiki.
Thor Heyerdahl , líder, explorador y etnógrafo noruego, pretendía atravesar el Océano Pacífico a bordo de la nave primitiva, desde Perú hasta Polinesia.

El objetivo era probar la conexión entre pueblos sudamericanos y polinesios antiguos, cosa que la comunidad científica  descartaba.

Hace unas semanas, estudios genéticos encontraron rastros polinesios en Colombia y avalaron algunas de las ideas del noruego loco, como algunos descalificaban a Thor.

“Mi padre nunca tuvo dudas sobre la veracidad de sus teorías. Murió en 2002, a los 87 años, pensando que tenía razón”, cuenta Thor Heyerdahl Jr., uno de los hijos del investigador.

El viaje de la Kon-Tiki comenzó varios años antes, en Larvik, el lugar donde nació el explorador.

En 1933, empezó a estudiar Biología y Geografía en la Universidad de Oslo. Allí conoció a Bjarne Kroepelien, un viajero que había recorrido la Polinesia y puso a su disposición su Biblioteca de la Polinesia, libros invalorables que sin dudas marcaron el destino de Thor.

A los 22 años, se casó con Liv y se fue de luna de miel a Fatu Hiva, en las Islas Marquesas. Enamorados de una naturaleza paradisíaca, se quedaron un año. Allí, sus observaciones y los relatos que escuchó de pobladores antiguos fueron decisivos para elaborar sus teorías.

La ciencia afirmaba que los primeros pobladores de la Polinesia habían llegado desde el Oeste, de Asia.
Thor pensaba que también podrían haber venido desde el Este, de Sudamérica. Veía que algunos monolitos en Polinesia se parecían demasiado a los que se podían encontrar en América del Sur.

En los relatos antiguos que oyó en Fatu Hiva, además, le hablaron de Tiki, el hijo del Sol que había viajado desde el Este. Thor sabía que en las culturas pre incaicas se hablaba de Kon-Tiki, el primer nombre conocido del dios inca Viracocha, creador de todo y del Sol.

Los científicos creían  que las culturas antiguas sudamericanas jamás podrían haber llegado a la Polinesia, básicamente porque no tenían barcos.

Thor decía que no tenían barcos, pero construían balsas. “Bueno, vaya y viaje en una de ellas, a ver si llega a la Polinesia”, lo desafiaron. Así nació la Expedición Kon-Tiki.

La planificación

El viaje comenzó a diseñarse en 1946. Heyerdahl buscaba ayuda, patrocinadores, y  quiénes lo acompañarían.

Convenció al artista y navegante Erik Hesselberg, al sociólogo Bengt Danielsson, al experto en radiocomunicaciones y héroe de la Segunda Guerra Mundial, Knut Haugland, a otro experto en transmisiones de radio, Torstein Raaby, y al ingeniero especializado en mediciones técnicas, Herman Watzinger.

“Participé oficialmente en una de las travesías de mi padre, la expedición arqueológica a la Isla de Pascua en 1955-56, cuando me reclutaron como un joven marinero en el barco de la misión. Más tarde, como oceanógrafo profesional, lo ayudé a planificar sus viajes en botes de caña. Lo que recuerdo es que mi padre era muy puntilloso. Siempre me ha impresionado la planificación y la ejecución exhaustiva de sus trabajos”, le comenta  Thor Junior.

Eso explica por qué Thor padre viajó especialmente a Ecuador para ubicar al auténtico árbol de balsa, con el que los pueblos preincaicos hacían sus naves. No fue fácil conseguir 12 troncos en medio de la temporada de lluvias. Pero lo logró. Llegaron a salvo al puerto de El Callao, en Perú, donde los esperaban para construir la balsa según instrucciones antiguas.

Se usaron nueve troncos para la base y cáñamo y hojas de palma para una caseta en el centro, donde llevarían comida, libros, una guitarra, un loro y equipos de radio y filmación.

Thor Heyerdahl narra lo sucedido el 28 de abril de 1947, en el Puerto de El Callao, Perú: “Entonces se izó el mástil de bambú que sostenía la vela, en cuyo centro se veía la cabeza barbada de Kon-Tiki pintada en rojo por nuestro artista Erik. El dibujo era copia fiel de la cabeza del Rey-Sol labrada en piedra roja en una estatua de la antigua ciudad de Tiahuanaco. A lo largo de una driza que iba hasta el mástil, ondeaban las banderas de los países que nos apoyaban. En el fondo de mi corazón, sabía que tendríamos éxito”.

En esta expedición, la primera de una larga saga, Thor Heyerdhal enfrentó sus propios límites y el bullying académico. Todo esto contado en Kon-Tiki, el libro que se tradujo a más de 70 idiomas, y fue llevado como documental al cine, donde ganó un Oscar.

Luego de 101 días, el 7 de agosto de 1947, y decenas de zozobras, la balsa llegó a un arrecife del atolón Raroia, en Polinesia.

Un reciente estudio de la Universidad de Stanford, en los Estados Unidos, y de la Universidad de Chile, reveló lazos genéticos entre las islas polinesias y las poblaciones nativas sudamericanas 32 generaciones atrás.

La investigación, publicada en la revista Nature, tomó el ADN de 807 personas de 14 islas de la Polinesia y de poblaciones costeras del Pacífico, desde Chile hasta México.
Se  comprobó que, los polinesios tuvieron contacto con pueblos antiguos sudamericanos unos 800 años atrás.

La expedición Kon-Tiki, que recorrió 8 mil kilómetros, fue una hazaña más allá de las valoraciones científicas. Sus tripulantes habían llevado agua potable pero, cuando se terminó, bebieron linfa de pescado. Comida no les faltó, tenían raciones preparadas y comían peces voladores u otros que pescaban.

Vieron animales que no conocían, como el enorme tiburón ballena, más grande que la embarcación primitiva que conducían sobre el Pacífico.

Pero no se asustaron: “En ese momento, sólo una cosa se nos aparecía perfectamente clara; si la balsa se hacía pedazos, nos iríamos a Polinesia cada uno montado en un tronco, antes que volver cabizbajos al Perú”.

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