Expedicion URU. La isla del día siguiente

La Expedición Uru, aventura que condujo a un grupo de cinco españoles a bordo de un barco construido al estilo precolombino hace ahora 28 años, vuelve a la actualidad con la reciente publicación de los cuadernos de viaje de uno de sus protagonistas, el periodista y escritor Eric Frattini.

La isla del día siguiente. Crónica de una travesía por el Pacífico es el relato de esta odisea que lideró Kitín Muñoz y en la que, además de él y de Frattini, ahora con el Reto Pelayo, participaron Pepe de Miguel, Kiko Botana y Juan Ginés García, quienes buscaron emular los pasos del legendario explorador y biólogo noruego Thor Heyerdahl y sus espectaculares viajes con sus naves Kon-Tiki, Ra, Ra II y Tigris.

En el caso de los españoles, la idea era atravesar el océano Pacífico entre Perú y la Polinesia Francesa navegando en una balsa fabricada con totora -planta herbácea perenne acuática común en América del Sur- con el objetivo de demostrar las teorías de algunos antropólogos sobre el posible origen americano y no asiático de los primeros pobladores polinésicos.

Diego Fructuoso, regatista y prologuista del libro, junto a Eric Frattini. | VBS | Vicent BoschDiego Fructuoso, regatista y prologuista del libro, junto a Eric Frattini. | VBS | Vicent Bosch

Construida por los indios del lago Titicaca -ubicado entre Perú y Bolivia- con veinte metros de eslora, cuatro de manga y un peso aproximado de una veintena de toneladas, la balsa concluyó el viaje con éxito tras superar diversas dificultades durante 4 meses y 22 días.

“Era completamente ecológica”, ha explicado a Efe Frattini pues, aparte del armazón de totora, “cabos y velas estaban fabricados con fibras naturales, siguiendo las mismas técnicas conocidas en el 200 antes de Cristo”, mientras que “muchas de las poleas, que eran pastecas de madera, reventaron por la presión de los cabos”.

Principio y final de la travesíaa

La expedición partió del puerto del Callao en Lima (Perú) con destino a Nueva Zelanda e intención de hacer escala en Nuku Hiva, la más grande de las islas Marquesas en la Polinesia Francesa. Sin embargo, finalizó abruptamente a la altura de Rangiroa, en el archipiélago polinésico de Tuamotu, porque “nos agarró la cola de un huracán que había pasado una semana antes y nos desarboló… La Marina francesa tuvo que acudir al rescate”.

Pese al final prematuro del viaje, “la teoría de si era posible unir América con Polinesia en este tipo de embarcación quedó comprobada”, sentencia Frattini, quien evoca las dificultades del viaje: la soledad de la navegación, los vientos que no concedieron “ni un minuto de respiro”, las “auténticas lluvias torrenciales durante días y días” o la “inmensidad del Pacífico”.

También recuerda como momentos impresionantes la presencia de los tiburones nocturnos que “nadan a tal velocidad que el plancton verde fluorescente se les queda pegado en el cuerpo”, junto al “crujido constante” del barco y la pérdida del timón en dos ocasiones.

“Fuimos los viajeros más respetuosos con el medio ambiente, navegando sin motor, e integrándonos con la naturaleza que conocimos en el océano o en la islas, como la gran reserva de flora de Nuku Hiva” o los agresivos escualos polinésicos donde “niños descalzos de cuatro años practicaban surf con tablas de madera, siempre pendientes de la presencia de estos animales en el agua por si tenían que salir corriendo”, rememora el periodista con una sonrisa.

“La isla del día siguiente. Crónica de una travesía por el Pacífico” de Eric Frattini from Huso Editorial on Vimeo.

Sin embargo, en 1988 no existía internet y las comunicaciones “eran muy lentas”, así que durante el trayecto se entretuvo “escribiendo mis cosas en una treintena de cuadernos que había comprado en Perú” y que luego “guardé en un cajón, del que sólo salieron para que un artesano palestino me los encuadernara en un libro de piel de cordero roja” durante su destino como corresponsal en Oriente Medio un año más tarde.

Luego, “recibí muchas ofertas para que viesen la luz, pero nunca hasta ahora había querido pues no son consejos de viaje, sino vivencias personales, pensamientos, leyendas polinésicas…”, hasta que el texto cayó en manos de la editorial Huso quien finalmente la ha publicado tras una última corrección del autor.

Frattini recuerda que se vio con los miembros de la expedición por última vez en 2013, tras más de dos décadas sin estar en contacto, y “cuando nos separamos esa noche, les dije que nunca volveríamos a encontrarnos…, y así ha sido”. Aunque no estuvieron todos, a Kitín Muñoz “se nos olvidó llamarlo”, recuerda con cierta ironía.

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