Cruzar el Atlántico en un barco de 1 metro de eslora

Cruzar el Atlántico en un barco de 1 metro de eslora

El aventurero estadounidense de 33 años Matt Kent se prepara para cruzar el océano Atlántico en una pequeña embarcación, donde permanecerá durante al menos tres meses. Tiene previsto zarpar de La Gomera (Islas Canarias) a bordo de su ‘Undaunted’, de un metro de eslora.

En 1876, el pescador de origen danés Alfred Johnson no dudó en cruzar el Atlántico de Oeste a Este a bordo de un velero de 6,1 metros de eslora para celebrar el primer centenario de los Estados Unidos y, sobre todo, para demostrar a la parroquia de la taberna que sí se podía llevar a cabo el cruce en un barco tan pequeño. Ya en tierras británicas, tras navegar entre Estados Unidos y Reino Unido, fue preguntado por los motivos que le empujaron a realizar el desafío. “Hice ese viaje porque era un idiota, tal y como decían que era”, contestó Johnson.

Otros aventureros trataron de emular a Alfred Johnson y las mini embarcaciones transoceánicas fueron menguado notablemente: de los 4,1 metros del velero de Harry Young (1939) o del ‘Tinkerbelle’ de Robert Manry (1968) a los 2,4 del Bathtub (1965). Pero fue Hugo Vihlen quien se encargó de llevar al límite este récord con el periplo que protagonizó en 1968 sobre el ‘April Fool’, de apenas 1,8 metros de eslora. El estadounidense tardó 84 días en navegar las 4.100 millas que separan Casablanca de Florida. Aquella experiencia no fue demasiado traumática para Vihlen, ya que 25 años después repitió odisea, esta vez a bordo del ‘Father’s Day’, de 1,68 metros de eslora. En esa ocasión, empleó 115 días en salir de la costa canadiense y alcanzar Inglaterra.

Nadie ha conseguido acabar con éxito la travesía en un barco más pequeño que el de Hugo Vihlen, pese algún intento como el de Vera Hugh II (1,19 metros) de Tom McNally en 1998. Ahora es el turno de Matt Kent.

Kent calcula que tardará entre tres y cuatro meses en completar las 4.700 millas que separan las Islas Canarias de La Florida. Será su segunda tentativa después de aguantar apenas 24 horas el pasado mes de abril. Un fallo en el sistema de flotación de emergencia le obligó a volver a tierra y volver a repasar exhaustivamente su embarcación. Decidió posponer la salida debido a la posibilidad de encontrarse con condiciones de mar y viento demasiado adversas para su barco y confía en iniciar el periplo el próximo mes de noviembre.

¿Loco o académico?

“La idea del proyecto no es tener una aventura épica o demostrar lo duro que soy”, explica Kent. “Es una cuestión de diseño”, añade. Una cuestión de diseño, pero también de pedagogía. Y es que el estadounidense pretende que su proyecto entre en las escuelas, “que los estudiantes puedan entrar en el barco, tocarlo, medirlo, que vean lo que el esfuerzo, la paciencia y el trabajo duro pueden hacer y, lo que es más importante, que vean para qué sirven las matemáticas y las ciencias”. Quiere demostrar que no hace falta memorizar fórmulas para aplicar las matemáticas más allá de los exámenes.

A pesar de sus dimensiones (1,06 metros de eslora, 1,5 metros de calado y algo más de 300 kilos de peso), a bordo del Undaunted hay espacio para un traje de inmersión, radio VHF, GPS, teléfono satelital, radiobaliza de emergencia y bengalas. “También iré produciendo agua potable a través de dos desalinizadoras manuales; tengo comida para seis meses, aunque el viaje dure tres; llevo muchas piezas de repuesto y herramientas, incluyendo velas de repuesto”, explica.

Matt Kent centró sus esfuerzos en el diseño de un sistema de flotación de emergencia que, a diferencia de una balsa salvavidas convencional, puede mantener a flote el barco entero, incluso si éste está repleto de agua. “Si sufro algún problema que no pudiera arreglar, puedo rescatar mi propio velero, una opción que no tienen otros barcos”, señala. Aventurero pero no suicida, asegura que ha pagado un seguro de rescate privado, “si pido ayuda, no estaré poniendo en peligro a alguien que no esté preparado para ello”.

El Undaunted tiene una quilla repleta de agua potable, algo más de 150 litros. Se trata de una solución técnica que también emplearon en su día hombres como Hugo Vihlen. Pero, a diferencia de ellos, Kent no tiene previsto beber esa agua y reemplazarla por agua salada. A no ser que sea una cuestión de vida o muerte. Sí que ha aprendido de los navegantes de microyates sobre cómo abordar el proyecto, cómo diseñar el barco y cómo almacenar todo lo necesario.

Vida a bordo

La vida a bordo no será fácil en un barco de un metro de eslora que avanza a 2,5 nudos de velocidad. “No quería que mi espina dorsal estuviera bajo compresión durante tres meses, así que para dormir, puedo colocarme en un ángulo en el que mi espalda y cuello están en posición plana”.

Tiene comida liofilizada, deshidratada y alimentos como nueces, aceite o barritas energéticas. No tendrá, pues, que cocinar, tan sólo añadir agua caliente. “Tengo un horno solar en la escotilla y una batería que sirve para calentar el agua para la comida, café o té”. Matt ha engordado más de 13 kilogramos para afrontar la travesía y durante el primer tramo del recorrido apenas ingerirá unas 1.500 calorías al día, cantidad que irá aumentando conforme su cuerpo se vaya desgastando.

Más allá de la alimentación y la seguridad, otro aspecto importante del proyecto es cómo pasar tres meses encerrado en una cápsula que mide menos que el ocupante, sin poder ni siquiera dar un paso. “Pasaré el tiempo aprendiendo chino, leyendo libros electrónicos, viendo películas y espectáculos, produciendo agua y electricidad con mis brazos y piernas, navegando, pescando, filmando, haciendo el cuaderno de bitácora y nadando unido a mi barco bien con un sistema de sujeción”, detalla. La meditación y unos ejercicios diseñados por su equipo también jugarán un papel fundamental para resistir a lo largo del Atlántico.

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